Un duro trabajo y aprendizaje me ha llevado a ser lo que soy ahora. El reconocimiento personal y profesional me lo gané tras muchos seminarios, campeonatos y viajes, con los que no solo he ganado medallas, sino que sobre todo he crecido como persona y me he enriquecido como profesional de peluquería canina. Quién le iba a decir a esa niña de 20 años que iba acabar impartiendo cursos básicos y seminarios de una de mis especialidades (el fox terrier). Y sí, como bien decía no han sido años fáciles, mi vida ha girado en torno al mundo canino, pero a día de hoy puedo decir que sigo cumpliendo mi sueño y aún no he llegado a mi meta.

Os aseguro que cuando os hablo de mí, os hablo desde el orgullo y la humildad de una persona muy trabajadora, curiosa, inquieta, crítica consigo misma, perfeccionista, empática e inconformista. Quizá ese sea el combo perfecto para no querer pisar la meta y seguir creciendo, escuchando y acertando, en la mayoría de ocasiones, en lo que me piden mis clientes. Y sí, digo en la mayoría de ocasiones, porque como en cualquier sitio no todos acaban contentos, por minoría que sea, pero ahí es cuando yo me exijo más para buscar una sonrisa en los dueños de todos mis peludos/as.

Lo que más me gusta de la peluquería canina es lo feliz que me siento viendo el progreso de cada peludito/a, desde modificación de conductas en algunos casos, la adaptación en otros y, sobre todo, con esos cambios desde que entran por la puerta de mi salón hasta que salen. Mi verdadera recompensa es ver como ellos están relajados, disfrutan y, finalmente, la sonrisa con la que te pagan sus dueños, vosotros. Porque al final VOSOTROS sois mi verdadera recompensa de todos estos años y los que hacéis que cada día que amanezco pueda volver a soñar en vivo.